sábado, 23 de mayo de 2009

La voz de la experiencia


“Para ser un buen periodista, primero hace falta ser una buena persona”. Estas palabras resumen perfectamente la concepción que el reportero polonés, Ryszard Kapuscinski (1932-2007), tenía del periodismo. Una profesión que lo llevó a recorrer el mundo para describir la realidad de los países más pobres y conflictivos de África, Asia y América Latina. Obras como El emperador, El Sha o El Imperio dan fe de ello presentándonos unos cuadernos de viaje llenos de dramatismo y de denuncia.

La obra que nos ocupa, Los cínicos no sirven para este oficio, publicada en el año 2002, se inscribe en la madurez del autor, que aprovecha su dilatada experiencia en el campo de la información para ofrecernos una visión personal del periodismo, bebiendo de la retrospectiva para explicar el pasado, describir el presente y diseñar el futuro de esta profesión. Planteado como un diálogo y entrevista, el libro se divide en tres partes bien diferenciadas: la primera hace referencia al encuentro que, en el año 1999, Kapuscinsky mantuvo con jóvenes periodistas en el marco del VI Congreso “Redactor Social”, y representa una convincente reflexión sobre la ética periodística, así como un profundo canto a la vocación frente a las adversidades de este modus vivendi.

El segundo apartado de la obra debe su origen a una entrevista que el periodista y fotógrafo Andrea Semplici realizó a Kapuscinsky en el citado congreso de 1999, El tema que preside esta segunda parte es la evolución histórica del continente africano después de la descolonización post Segunda Guerra Mundial. Aquí aparece la versión más crítica del periodista polonés, que, después de repasar la trayectoria de importantes líderes africanos como Kwane Nkrumah, explica las causas que han conducido a África a ser un continente cada vez más pobre y olvidado por todos.
El último segmento del ensayo nos presenta un choque verbal entre dos genios, Kapuscinsky y John Berger, crítico de arte que ha dedicado su fastuosa carrera a concebir la vida de los agricultores. La actividad itinerante del primero y el sedentarismo del segundo se entremezclan para crear un relato lleno de vivencias donde destaca, por encima de todo, la admiración recíproca de los dos autores.

Grosso modo, Los cínicos no sirven para este oficio supone una travesía de Kapuscinsky por los males del periodismo actual, que el autor identifica con el crecimiento excesivo de las grandes corporaciones, y el poder que se desprende de éstas, y con la instrumentalización política de los medios de comunicación. Pero lo que realmente prevalece de esta obra es que Kapuscinsky, emulando a su admirado Heródoto, fue un gran observador de los conflictos de su tiempo y al mismo tiempo el cronista de un mundo completamente desconocido que supo adaptar al prisma de la cotidianidad. En definitiva, estamos delante de un bello ensayo, la tesi del cual clama por una meta llena de bondad y de esperanza. El deseo de un periodismo honrado y comprometido.

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