sábado, 28 de febrero de 2009

La etiqueta nacional


Lo reconozco. Nunca he sido muy avezado en el arte. Hasta ahora, cuando había escuchado cosas sobre el pintor español Joaquín Sorolla, una imagen predefinida se reproducía automáticamente en mi cabeza: El paseo en la playa. Considerado como el maestro del costumbrismo e impresionismo español, Sorolla cuenta con un buen compendio de obras que transmiten la luz y el calor propios de las, entonces, bellas playas de Valencia de inicios del siglo pasado. Niños en la playa o Saliendo del baño son sólo algunos ejemplos de la imagen agradable y eternamente conocida del pintor. Sin embargo, cuando asistí a la clase teórica del pasado lunes, que me pareció muy interesante y bien hilvanada en cuanto a ejemplos aportados, me di cuenta esencialmente de dos cosas; en primer lugar, que mi perspectiva de la obra de Sorolla era muy limitada hasta la fecha, puesto que no sabía acerca de sus cuadros dedicados a la visión folclórica de España y, por otro lado, que detrás de esta faceta artística se escondía un vivo ejemplo de cómo la industria cultural puede llegar a dominarnos silenciosamente.

Todo arte tiene una intención y, viendo los cuadros de Sorolla dedicados al regionalismo español (Los Nazarenos es un claro ejemplo), uno podría pensar tranquilamente que este hombre quiso reflejar la tradición, la cultura y la esencia de España en un ejercicio de patriotismo artístico muy convincente. Nada más lejos de la realidad, todas estas ideas desaparecen al descubrir que dichas obras fueron un encargo del mecenas norteamericano Archer Milton Huntington, deseoso de decorar su Hispanic Society con un conjunto de obras que dieran respuesta directa y complaciente a la visión foránea de nuestro país. No fue lo de Sorolla, pues, una reivindicación nacional, ni tampoco la expresión de un amor incondicional hacia España, sino un encargo por el cual debió enjaular y estereotipar, artísticamente hablando, la realidad española, la de sus gentes y en general el modus vivendi de ese contexto. He aquí, pues, un nuevo caso que encaja perfectamente en la industria cultural: la industria como encargo, como un modelo establecido que debe obedecer a unas órdenes marcadas para satisfacer la demanda a cambio, obviamente, de una suma cuantiosa de dinero. La exposición Sorolla. Visiones de España, organizada por BANCAJA y que se puede ver en el Museu nacional d’Art de Catalunya, da fe de ello.

Desgraciadamente, ésta es tan sólo una muestra de cómo el imaginario infundado de las sociedades, en este caso de la nuestra, termina creando un modelo del cuál es muy difícil escapar. El mundo del cine, por referirnos a un medio de masas con gran influencia social, está repleto de casos en los que se ha optado por esta vía, aplaudida y venerada inconscientemente por todos. Un caso reciente es el de Vicky Cristina Barcelona, film de Woody Allen que se adapta perfectamente a estos parámetros, mostrando una Barcelona de postal únicamente planteada para que los extranjeros reafirmen su limitado conocimiento sobre esta ciudad, la identidad española y la catalana, si me apuran. Lástima que, bajo este bello envoltorio de pomposidad gaudiniana, se esconda una mirada totalmente errónea de la misma perspectiva foránea de Barcelona. Vicky Cristina Barcelona no sólo fracasa como película (de una calidad ínfima), sino que también lo hace como postal o guía de Barcelona debido a una imagen difusa de nuestra cultura (que suene Paco de Lucía mientras aparece un plano de Las Ramblas no es, precisamente, un reflejo de la identidad catalana).

Por cierto, y ya que hablamos de esta película, me gustaría resaltar la figura de Penélope Cruz, cuya actuación en el film le ha valido un controvertido Oscar a la mejor actriz de reparto. Se acuerdan de sus palabras al recoger el trofeo? después de los agradecimientos se refirió a su pueblo natal, Alcobendas, en un intento por autoconvencerse y convencer al mundo de que ha sido capaz de ganar un Oscar habiendo nacido en un “inhóspito y humilde lugar” como ése. Todo esto gusta en Hollywood, al igual que gusta su papel de española efervescente de lívido (Jamón, Jamón o en la misma Vicky Cristina Barcelona) que nos remite al viejo modelo de La Carmen.

No quiero ser etnocentrista, así que vamos a dejar las cosas claras. Esto sucede en todos los lugares habidos y por haber, y nosotros nos vanagloriamos de ello. ¿Qué pretende, si no, la película El último samurái? que descubramos ese Japón místico y puro, del cual tanto se regocija Hollywood, de la mano de una superestrella como Tom Cruise. Se acuerdan de Bailando con lobos? Más de lo mismo. La 7 veces oscarizada película de Kevin Costner nos quiso mostrar cómo vivían los indios norteamericanos antes de ser vapuleados por los blancos para que expresáramos: “No estaba equivocado, los indios vivían así”. Por no mencionar la ganadora de esta edición de los Oscars, Slumdog Millionaire, que, como apunta Jordi Costa en su crítica, es un perverso intento por erradicar el sentimiento de culpa del colonialismo inglés en la India.

Así pues, y respondiendo a la pregunta sobre si podemos huir o no de los tópicos cuando se constituye una estética determinada, no puedo decir ni que sí ni que no, ya que toda estética tiene su origen en la realidad, y todo artista o creador se basará en referentes que le sean próximos para dar vida a sus obras. De todas maneras, aunque no podamos huir de los tópicos, creo que siempre se pueden abordar desde un punto de vista diferente. Para eso, antes que nada, hace falta voluntad, porque si nos conformamos con ofrecer lo que todos quieren ver y escuchar, no sólo estaremos cayendo en el tópico si no que lo estaremos legitimando, que es todavía peor.

Esto es todo por hoy. Para terminar, les dejo un video de la película de Fernando Trueba La niña de tus ojos, donde Penélope Cruz hace eso que tanto gusta ver. Algún día dejaremos de ser toreros?

domingo, 22 de febrero de 2009

La barbarie silenciosa


Este año se celebran los 400 años de un suceso que ha marcado la historia de España pero que, con el tiempo, parece haber caído en el olvido e incluso ser ninguneado. La expulsión de los moriscos de la Península Ibérica, que se produjo en el año 1609, puede ser catalogada, sin exagerar, de un holocausto o barbarie silenciosa que procedió en el país como una suerte de “limpieza étnica” con un fondo religioso.

Adentrándonos un poco en la historia de nuestro país, hay que situar la expulsión de los moriscos en un marco dominado por una Europa presa de la cristiandad más ferviente e impositiva. Tal y como se expresa en este artículo de Álvaro Galmés de Fuentes, el hecho de ser mudéjar en España durante los siglos XII, XIII y XIV no era una condición intolerable, así que esta minoría podía conservar su religión y tradición en “una situación de sano equilibrio”. Pero esta convivencia no se prolongaría por mucho tiempo, dado que, cómo nos explica detalladamente el citado artículo, en la conquista de Granada de 1491 se empezó a forjar la expulsión producida más de 100 años después. La figura de fray Jiménez de Cisneros fue clave en este proceso, dado que obligó a los mudéjares granadinos a convertirse forzadamente el cristianismo, hecho que desencadenó en la rebelión de las Alpujarras de 1490-1500. Significativas son las palabras del notable morisco, Yuçé Benegas, sobre lo acontecido:

“I tengo par mí que nadi lloró con tanta desventura como los hijos de Granada . No dubdes mi dicho por ser yo uno d-ellos y ser testigo de vista , que vi por mis ojos descarnecidas todas las nobles damas , ansí viwdas como casadas , i vi vender en pública almoneda más de treçientas donçellas … Yo no lloro lo pasado , pues a ello no ay retornada , pero lloro lo que tú verás , si as vida i atiendes en esta tierra i en esta isla de España … Y todo será crudeza y-amargura para quien abra sentido . I lo que más duele , ¿ Qué serán los muslimes a par de los cristianos , que no reusarán sus trajes ni escivarán sus manjares ? … Si el rey de la conquista no guarda fidelidad , ¿ qué aguardaremos de sus suzesores ? “ .

Fuente: Los Moriscos (Álvaro Galmés de Fuentes)

Este foco represivo se extendió rápidamente al reino de Castilla, y más tarde al de Aragón, así que la conversión al cristianismo se convirtió en una premisa de obligado cumplimiento en la península. Con este estado de las cosas, el artículo de Wikipedia nos cuenta cómo, durante estos años, se fueron labrando una serie de causas definitivas para llevar a cabo la expulsión. Entre éstas, destacan el hecho de que los moriscos (ya mudéjares convertidos: "Se dice del musulmán a quien se permitía seguir viviendo entre los vencedores cristianos sin mudar de religión, a cambio de un tributo", según 1609-2009) seguían constituyendo una minoría social a parte pese a la conversión y, sobre todo, los intentos fallidos del cristianismo europeo por apaciguar la corriente protestante. Hacía falta, pues, un golpe de efecto. Una maniobra capitaneada por el rey de los ya dos reinos unificados, Felipe III, quien no dudó en decretar la expulsión de los moriscos el 9 de abril de 1609.

Desde nuestra butaca, se hace muy complicado tan siquiera imaginar los mecanismos que se llevaron a cabo para esta expulsión étnica en toda regla. Por el camino quedó un legado histórico, una tradición milenaria que había dotado la península de pluralidad y riqueza cultural y que, en cuestión de días, fue rebanada de una forma inhumana, obligando a esta comunidad a abandonar una tierra que también les pertenecía. Literatos como Ibrahim Taybili, Ibrahim de Bolfad o Al-Hayari Bejarano dan fe de unas raíces que fueron víctima de un suceso terrible, que se cobró la expulsión de 300.000 personas del país. El proceso no sólo tuvo consecuencias atroces en lo humano, sino que además castigó a muchos elementos relativos al mundo árabe. Un ejemplo es el que nos expone el autor Roger Boase en su texto The Muslim Expulsion from Spain, donde se explica que más de 5.000 libros pertenecientes a esta tradición fueron quemados.

Desde mi punto de vista, es sumamente importante que tengamos en cuenta los hechos acontecidos en el pasado, ya que actualmente estamos viviendo una nueva repoblación del mundo arábigo en España, y no deberíamos caer en errores de moralidad fáciles, tales como la xenofobia o el racismo. Así, no deja de ser preocupante que por la red circulen textos como el que les adjunto a continuación: La expulsión de los moriscos: una cuestión perenne. Este lamentable escrito de Manuel Fernández Espinosa niega la barbarie de la expulsión morisca y se atreve a justificar sus medios, como un adagio que nos debe servir para luchar contra “el panorama actual”.
Para terminar, les dejo un video que se pronuncia en una línea similar, buscando “argumentos históricos” para demostrar que España no es ni ha sido nunca mora. Como podrán observar, el video se construye de una forma perversa a través de imágenes estáticas y textos tendenciosos, que desembocan en la idea de la “pureza de la raza española”.

Por este motivo, vuelvo a dejar claro mi mensaje: ahora, más que nunca, hay que vigilar. Vivimos en una época de cambios, de inmigración y de miedos infundados por los sectores más radicales de la sociedad. Este texto y video finales no hacen más que revitalizar una barbarie silenciosa en la actualidad. Reflexionemos sobre ello.

jueves, 19 de febrero de 2009

De presentaciones y otros convencionalismos

Hola a todos, mi nombre es Gerard Aragón Bracero y aquí empieza una aventura blogoesférica cuyo origen emana de la asignatura de Periodismo especializado en cultura de la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde este espacio, intentaré analizar, criticar o tan sólo hacer mención de aspectos relacionados con el universo cultural. En lo que a mí concierne, soy un devoto del cine, un mundo que me apasiona desde que era niño y cuyas perspectivas de análisis me parecen fascinantes. Autores como Stanley Kubrick, Alfred Hitchkock, David Fincher o Quentin Tarantino han logrado que el cine se convierta en un medio de expresión apasionante, con aportaciones de gran valor intelectual, cultural y social que traspasan las fronteras de la gran pantalla para convertirse en modelos generacionales. Otra de mis grandes preferencias son los videojuegos, un medio banalizado por su indebida asociación con la violencia y con el público infantil, pero de grandes posibilidades y fórmulas culturales que ya han dado mucho que hablar y lo seguirán haciendo en el futuro. La literatura y la música terminan de redondear este apartado.

Ahora ya me conocen y, por lo tanto, es el momento de dar vida a esta bitácora, que espero que disfruten tanto como un servidor.

Saludos