sábado, 14 de marzo de 2009

La belleza del vivir


En In my life The Beatles hacían un canto a la vida. Todos los lugares y personas que amaremos a lo largo de nuestra existencia quedarán en la memoria, aunque también los malos momentos, nos decían los cuatro de Liverpool. Esta magnífica canción tiene mucho de lo que en su día propuso el poeta griego Konstantínos Kaváfis en su composición Viaje a Ítaca. Un poema que recoge la tradición homérica para resucitar el mito de Ulises y dotarlo de un significado inmortal. Desgranando sus deliciosos versos, el poema nos trae de nuevo el viejo concepto de viaje iniciático, una forma de conocer el mundo, vivir experiencias y obtener una respuesta en nuestro largo pero efímero paso por la vida. En otras palabras, una vía para determinar quién somos y qué rol desempeñamos en este complejo universo. No a la manera de Ramon Llull, más orientada a la iluminación divina, sino a la experiencia de una vida terrenal.

Un adagio que comparte con el también fantástico poema Oda a la vida, de Pablo Neruda, donde se aboga por sentir los placeres que nos brinda el día a día en detrimento de las penas que algún día cesarán. Esta idea cobra, en Viaje a Ítaca, un simbolismo que va más allá de los obstáculos que Odiseo encontró en su largo retorno a casa. Una epopeya que estuvo marcada por las amenazas de los gigantes Lestrigones, el embriagador pero tramposo canto de las Sirenas o la furia del cíclope Polifemo, en un ejercicio metafórico de las dificultades que nos depara la vida. Tal y como relata Homero en la Odisea, Ulises salió adelante (aunque tuviera que ser enganchado al cuerpo de un carnero para escapar de la cueva de Polifemo) de la misma manera que lo hacemos las personas cuando un bache se presenta en el camino. No deja de ser paradójico que en su llegada a Ítaca, Odiseo no se encontrara con su Ítaca soñada, la que él recordaba. El modelo de esposa fiel cuyo exponente es Penélope, la mujer del héroe, se ve amenazado por un concurso de pretendientes que quieren tomar la corona de Ítaca. Ulíses, pues, no tiene más remedio que luchar, y hacerlo en su propia tierra. Es decir, que Ítaca no existe, no es más que la viva expresión de la lucha constante, del camino sin fin.

Al leer Viaje a Ítaca he pensado en un film reciente que me ha dejado huella y que me gustaría recomendar a todos. La última obra de David Fincher, El curioso caso de Benjamin Button, describe con amor y maestría el mensaje que llevamos diciendo. No importa que, por casualidad, nazcas viejo y vayas rejuveneciendo progresivamente; la vida pasará de todas formas. Conocerás gente, pisarás muchas tierras y al final el tiempo habrá pasado. Como ese antiguo reloj que en la película de Fincher no hace más que señalar el tempus fugit para recordarnos la fugacidad del carpe díem.

2 comentarios:

  1. Aquests últims dies he estat pensant i he arribat a la conclusió que Bejamin Button sí que és una molt bona pel·lícula.

    Fins demà!

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  2. Gerard!! avui t'he de donar les gracie sper fer-me recordar la canço dels Beatles!! Quan he llegit el títol no hi he caigut però en sentir le sprimeres notes... aix com m'agrada! =)

    També per recomanar la peli de'n Benjamin Button perquè tothom me'n parla id esprés de la teva reflexió sobre la fugacitat del carpe diem crec que m'has convençut!

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